NUESTRA HISTORIA

 

Not even lying

Los adventistas del séptimo día se consideran herederos de los apóstoles en su esperanza del regreso de Jesús a esta tierra.

“Vendré otra vez”, prometió Cristo (Juan 14:1-3). “Este mismo Jesús vendrá como los habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Con el paso de los tiempos, esta doctrina se fue olvidando; aunque siempre haya habido grupos de creyentes que, desde distintas confesiones religiosas, siguiendo las enseñanzas del Evangelio, esperaban el retorno del Salvador. Uno de estos creyentes eminentes del pasado, fue Cristóbal Colón, como se comprueba por sus escritos, sin olvidarnos de Juan de Valdés, del Padre Manuel de Lacunza, Rubén Darío, Newton y tantos otros.

Con la Reforma y su énfasis en las Escrituras, llegó un nuevo interés por la segunda venida de Cristo. Martín Lutero y la mayoría de los reformadores, tenían su confianza puesta en este acontecimiento.

 

En las primeras décadas del siglo XIX, se produjo un reavivamiento de esta esperanza. Tanto en Europa como en América, miles de creyentes, ministros de culto y laicos de diferentes denominaciones, países y continentes, pusieron gran énfasis en esta doctrina.

En años sucesivos, estudiando la Biblia, surgieron doctrinas que aunque eran seguidas por la iglesia primitiva, habían quedado olvidadas. Entre ellas se encuentra la observancia del sábado, que constituye una de las señas de identidad de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Con el tiempo surgió la necesidad de unirse en torno a este legado evangélico y aceptar el mandato de Jesucristo de predicar el evangelio en todo el mundo. 

Entre 1831 y 1844, Guillermo (William) Miller – un predicador Bautista y ex-capitán de Ejército de la Guerra de 1812 – lanzó el gran despertar del segundo advenimiento, el cual eventualmente se dispersó a través de la mayoría del mundo cristiano. Basado en su estudio de la profecía de Daniel 8:14, Miller calculó que Jesús podría retornar a la tierra el 22 de octubre de 1844. Cuando Jesús no apareció los seguidores de Miller experimentaron lo que se vino a llamar “El Gran Chasco”.

La mayoría de los millares que se habían juntado al movimiento, salieron en profunda desilusión. Unos pocos regresaron por sus biblias para descubrir por qué ellos habían sido decepcionados. Luego ellos concluyeron que la fecha del 22 de octubre era correcta, pero que Miller había predicho el evento errado para aquel día. Ellos se convencieron de que la profecía bíblica preveía no el retorno de Jesús a la tierra en 1844, pero que Él comenzaría en aquella fecha un ministerio especial en el cielo para sus seguidores. Así, ellos continuaron a esperar por el breve retorno de Jesús, como hacen los Adventistas del Séptimo Día aun hoy.

 

De este pequeño grupo que se rehusó a desistir después del gran chasco, surgieron varios líderes que construyeron la base de lo que vendría a ser la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Se destacan dentro de estos líderes una pareja joven –Santiago, Elena White – y un capitán de navío jubilado, José Bates.
Este pequeño núcleo de “adventistas” comenzó a crecer principalmente en los estados de la Nueva Inglaterra en la América del Norte donde el movimiento de Miller había comenzado. Elena White, apenas una adolescente en la época del gran Chasco, se desenvolvió en una dotada escritora, oradora y administradora, convirtiéndose en la consejera espiritual de confianza de la familia Adventista por más de 70 años hasta su muerte en 1915. Los primeros adventistas vinieron a creer – como los adventistas desde entonces – que ella disfrutó de la dirección especial de Dios mientras ella escribía sus consejos para el creciente grupo de creyentes.

En 1860, en Battle Creek, Michigan, EUA, un puñado de congregaciones de adventistas escogieron el nombre Adventista del Séptimo Día y el 21 de mayo de 1863 organizaron formalmente el cuerpo de la Iglesia con un número de 3.500 miembros. En el principio, la actuación fue en gran parte limitada en América del Norte, hasta 1874 cuando el primer misionero de la Iglesia John Nevins Andrews, fue enviado para Suiza. La obra en África fue iniciada tímidamente en 1879 cuando el Dr. H. P. Ribton, un reciente converso en Italia, se mudó a Egipto y abrió una escuela, pero el proyecto terminó cuando tumultos comenzaron a surgir en los barrios.

El primer país cristiano no protestante en recibir la iglesia fue Rusia, donde un ministro adventista fue enviado en 1886. Misioneros adventistas entraron por primera vez en países no cristianos en 1894- Costa Dorada (Gana), oeste de África y Matabeleland, África del Sur. En el mismo año misioneros vinieron a América del Sur, y en 1896 había representantes en Japón. La iglesia hoy tiene actuación establecida en 209 países.

La publicación y distribución de literaturas fueron los principales factores en el crecimiento del movimiento del Advenimiento

La ‘Advent Review’ y el ‘Sabbath Herald’ (hoy ‘Adventist Review’), órgano general de comunicación de la iglesia, fueron lanzados en Paris, Maine, en 1850; el ‘Youth’s Instructor’ en Rochester, Nueva York, en 1852; y el ‘Signs of the Times’ en Oakland, California en 1874. La primera Casa Publicadora denominacional en Battle Creek, Michigan, comenzó a operar en 1855 y fue debidamente incorporada en 1861 con el nombre de Asociación de Publicación Adventista del Séptimo Día.

El Instituto de Reforma de la Salud, conocido más tarde como Sanatorio Battle Creek, abrió sus puertas en 1866, y la obra de la sociedad misionera fue establecida a nivel estatal en 1872, y 1877 vio la formación de las Asociaciones de las Escuelas Sabáticas en todo el Estado. En 1903, la sede de la denominación se cambió de Battle Creek, Michigan, para Washington, D.C., y en 1989 para Silver Spring, Maryland, a donde ella continua a formar el nervio central del trabajo siempre en expansión.